jueves, 24 de mayo de 2007

LA HISTORIA DE CLAUDIA


Se habían conocido en la oficina, él era el nuevo y ella a simple vista lo encontró guapísimo y se aventuraba a decir que era su hombre ideal en cuanto a estética se refiere. Una semana después y luego de sucesivos diálogos en el trabajo y miradas a escondidas, se reunieron; su primera cita. Claudia estaba realmente nerviosa, aunque sabia que Mario tenía cierto interés por ella, pues lo demostraba con las miradas, con la búsqueda para hallar momentos en encontrarla a solas, era demasiado evidente su atracción por ella. Estacionó su Volkswagen bettle a una cuadra del encuentro, camino con paso seguro hasta llegar al restaurante acordado. Ahí estaba Mario, perfectamente vestido, elegante, distinguido. Claudia, con un vestido palo rosa y zapatos de punta entra y se hace la que no ha visto nada, es entonces cuando Mario se dirige a buscarla. La toma por sorpresa de la cintura y la lleva hasta su mesa previamente reservada. Cenaron, estaba realmente exquisita la cena, al principio hubo gran nerviosismo de parte de Claudia pero después Mario acomodó la situación, conversaron muchísimo, comieron, bebieron y bailaron. La noche termino en el departamento de Mario, ambos entre sábanas; había sido una gran e intensa noche. Suena el despertador, era hora de partir a la oficina, Claudia despierta bruscamente, mira a su alrededor y recuerda todo; una expresión no clara entre lo que se cree era alegría, picardía y un dejo de vergüenza predomina en su rostro. Mario frente a ella con las toallas en la mano, eso era una clara invitación a una ducha juntos. Claudia pensó “ya nos recorrimos completamente, es hora de limpiarnos” y sin tardar más, partió al baño semidesnuda. Esa mañana se fueron juntos al trabajo, sin embargo procurar llegar a destiempo para evitar las bromas al interior de sus compañeros y en su círculo laboral. Ambos con una gran sonrisa en sus rostros. Pasadas las horas Claudia no duda en contarles todo a sus amigas, a su grupo mas preciado de amigas: Bárbara, Julia y Clara. Se reunieron en un café a la hora de colación y ahí todas rieron, preguntaron y se volvieron locas por lo que Claudia contaba. I es que no se lo podían creer, ella no tenía éxito avasallador con los hombres, y había que decir que Mario era el guapetón de la oficina. Sin embargo estaban muy felices por Claudia. Con el pasó del tiempo ya todos sabían el romance entre ambos; sus familias se conocían e incluso convivían, todo marchaba sobre ruedas; se veían tan felices. Ya había pasado poco más de 10 meses desde que comenzó esa hermosa relación, una de conocimiento intimo, de sentimientos puros y gran satisfacción. Tenían sueños, proyectos y deseos. Eran felices. Un día, en la cima del cerro San Cristóbal, debajo de la virgen, Mario desenvuelve entre sus cosas un anillo, uno realmente hermoso que acompañado de la clásica frase “quieres casarte conmigo” marcaron esta historia. Claudia, profundamente emocionada e inundada de felicidad da el sí. Ya todos sabían la noticia, al momento de comunicársela a su grupo de amigas, todas reacciones de la mejor manera posible, todas excepto Bárbara, su rostro indicaba una inconcordancia absoluta, supo fingir una sonrisa y luego se retiró por “motivos personales”. A las demás les pareció extraño pero no le dieron mayor importancia, tenían que celebrar la noticia. I así fue, esa misma noche, el departamento de Julia quedó literalmente patas arriba; un desfile de comida, tragos, vedettos, música y muchas risas fueron los protagonistas de la velada. Sin duda lo mejor para el grupo de amigas. I llegó el día de la boda. Claudia estaba hermosa, nunca se había visto tan bella. Su pelo dorado tomado estaba, su espalda perfectamente recta, un vestido blanco, el más blanco de todos, un blanco purísimo llevaba puesto; sus ojos, su rostro, todo en ella brillaba. La marcha nupcial sonaba, Claudia entraba del brazo de su padre, Mario en el altar la esperaba, la gente observaba, sonreían. El padre José Manuel mencionó las palabras de protocolo hasta que hace la pregunta clave. Claudia contesta con un tímido pero sabroso en emoción “sí” Mario tarde un poco, mira fijamente a Claudia, traga saliva y le dice “no puedo, estoy realmente enamorado de Bárbara, perdón”. El templo santo se lleno de voces, llantos, tensión. Claudia salio corriendo de la iglesia, tomo el Ford Galaxy arrendado para el traslado de ella con su pareja y parte a cien por hora. Estaba mal; su cuerpo temblaba, sentía que en cualquier minuto de podía desvanecer, sin embargo siguió adelante, quería ir lejos, muy muy lejos donde nadie la pudiese encontrar. Deseaba borrarse.

Ya estaba en la autopista, gran afluencia de vehículos; no podía descuidar nada, de lo contrario las consecuencias serían fatales. Al mismo tiempo en que conducía su mente recordaba pasajes de su vida junto a Mario, los momentos más importantes que vivieron, los sueños que tenían y lo felices que eran. Nada, pero nada nunca la hizo sospechar de una posible infidelidad, no podía ser posible; sin embargo, lo era. Pero quedaba otro tema pendiente en su cabeza: con quien le habían roto el corazón, quién podría ser la puta capaz de destruir sueños, proyectos y algo más. Pero Claudia de pronto recuerda que esa mujer era nada más y nada menos que su amiga, su amiga Bárbara. El Ford sufrió una desviación, ella reaccionó a tiempo debido a los bovinazos de los demás automovilistas; gotones caían sobre su vestido tan pulcro como la nieve. De pronto, al mirar el retrovisor distingue el auto de Mario. Clau aumenta la velocidad, no quería verlo, no quería tocarlo ni nada, quería, deseaba salir de esta dimensión. Cada vez mas el Audi de Mario se acercaba, parecía una persecución policial de esas que muestran en la televisión los días sábados en la tarde, era casi una película. Se detiene, Claudia se detiene y sale de su refugio móvil con un valor de aquellos, él repite la acción. Se acerca sigilosamente, quería saber como reaccionaria ella al ver sus movimientos. Estaban en la vereda, el tráfico, el ruido, las emociones hacían una poderosa mezcla sin resultados evidentes. Se produce un diálogo vacío, ambas mentes estaban en blanco, un silencio devastador se apodero del momento; no tuvo mas opción, talvez automáticamente cruzó la calle. Una gran frenada se escuchó: Mario al voltearse la vio tirada en medio de la calle, sangraba, no respondía. Abrió los ojos, miro a su alrededor y no vio mas que a personajes con vestimentas blancas, tubos, y flores frescas. Claudia no estaba lúcida, sin embargo trataba de recordar lo ocurrido. Cerró los ojos y pensó, volvió atrás y vio. Vio todo lo acontecido, vio una luz, vio su dolor y por último sus manos. Aún en su anular llevaba el anillo de compromiso. Despertó en la clínica. Durmió, pues no era gracia estar despierta mirando el techo, buscando las telas de araña y las fallas arquitectónicas, prefirió soñar, pensar, irse. Sentía un calor en su mano, una suave caricia en ella, en sus dedos. Giro su cabeza cuidadosamente, abrió los ojos con mas cuidado aún y vio a un hombre, le parecía familiar. Mario creía que se llamaba, En esos minutos todo era incierto. Volvió a cerrar los ojos y se hizo la dormida, Mario comenzó a hablar; ella solo escuchaba sus palabras de lo que se suponía era arrepentimiento, suplicas y piedad. Sentimientos sumamente intensos, que hicieron que Claudia abriera los ojos y, ya recordando todo dijese: “Démonos otra oportunidad, yo a ti te amo”. Él la miro a los ojos, ojos que se proyectaban a lo mas profundo de su ser, la observó y le dijo con una evidente emoción, “Gracias por tanto”. Claudia ya estaba en su casa, junto a ella, su familia, sus amigos, su novio. Algo los convocaba, al parecer de suma importancia; “Familia, amigos, Mario. Estoy embarazada” fue lo que salió de su boca. El living comedor de inundó de una felicidad extraordinaria, de llantos y buenos deseos. Al fin Claudia era feliz, pero faltaba algo, algo que ni ella sabia lo que era. Pasaron meses, ya Diego se hacia notar en el vientre de su madre, faltaba muy poco para dar a luz, todo volvió a estar como antes, o mejor aun. Esa mañana Clau fue a hacer un chequeo de rutina, otro de tantos. Luego de salir de la consulta del doctor Hamilton ella se dirigió a buscar su auto; estaba abriéndolo cuando alguien la llama. Llevaba lentes oscuros, pelo tomado con una cola, ropa bien: era Bárbara. Claudia la mira desconcertada, pero no agresivamente, al contrario, sus ojos desprendían compasión. Se dirigieron a un café, tenían que conversar, tenían que dejar todo claro. I bastó con una intensa conversación de 3 horas, en las cuales hubo llantos, tensión, risas he incluso ganas de mechonearse como quinceañeras. Al final de la cita ambas fueron a la casa de Claudia, estaba sola así que decidieron seguir conversando. Sin duda ya estaba todo aclarado, Claudia entendía que Bárbara estuviese enamorada de ella y que en un plan de profunda maldad (de eso no hay duda) esta engatusara a Mario para así destruir la relación. Fue difícil pero ya estaba. Poco después de nacer Diego, Claudia y Mario se casaron, todo resultó bien y fue una hermosa relación. Quince años más tarde, los padres de Diego le contaron su historia a él. Diego, la escribió, la encontró genial, se enamoró. Era como el guión de una novela. La novela que siempre deseo escribir. HISTORIA FICTICIA ESCRITA POR MI (DIEGO). TODO GRACIAS A UNA FOTOGRAFÍA QUE ME DIO FRANCISCA CASTRO. GRACIAS POR LEER.


DIEGO URBINA.

1 comentario:

Anónimo dijo...

hola niio!
ia habia leido el tema de la telebasura en tu fotolog
y el cuento de claudia solo la mitad que vi en tu flog aunque nunca te he postiado, siempre leo lo que escribes xD
esta buenisima la historia de claudia
me gusto demasiado
bueno eso
espero sigas con tus historias
cuidate
besos

aioz


CLAUDIA